Los mentideros están incendiados ante la proximidad de un nuevo año electoral. Ir a las urnas se ha convertido en un bucle que el año que viene tendrá dos episodios y el primero de ellos es como jugar en casa, porque se vota a los más cercanos.

¿Quién será, será?

No tienen candidato ni nada que se le parezca. Tienen a un portavoz que está ejerciendo de interino, a dos concejales que se fueron a la buena vida institucional, cada uno para un sitio, y a una jefa que pinta a aspirante, pero que podría esperar a que el cuarto árbitro saque el cartel con el descuento, marcar el gol de la victoria y esperar a que suene la flauta en la final.

¿Cercano, cómo de cercano?

Y al final las cosas quedan, las gentes se van, pero los que se fueron pueden estar cercanos a aparecer en otro lugar, cambiando un color cálido por otro más esperanzador. Todo está tan cercano que puede hasta que pase lo contrario.

¿Le preguntarán antes de marchar?

Los pactos, en política, no suelen ser de caballeros. Algunos se rompen casi antes de empezar y aunque se le pregunte y repregunte a algún miembro del partido, ya nadie suelta prenda porque, ahora, lo importante es estar a punto y callado para tomar la salida correcta.