Fumarse un puro


4 de diciembre de 2.018: una ciudad de  Andalucía.

I.- Juan, María y otros amigos  se unieron a la “ manifa “ y anduvieron por la ciudad vociferando y entonando cánticos de lo más simplones.  Sabían que eran una estupidez, pero quedaba bien:

-¡ Franco no está muerto, está en el Parlamento !

-¡ Franco no está muerto, está en el Parlamento !

-¡ Franco no está muerto, está en el Parlamento !

Juan estudiaba Ciencias Políticas: no iba mal del todo aunque, si en el mundo no  hubiera litronas y porros, habría acabado un par de años atrás. Ahora estaba pergeñando el Trabajo de Fin de Grado y preparando un par de asignaturas que se le habían quedado colgadas;  si todo iba bien, el próximo Junio  habría terminado.

-Y cuando acabes, ¿qué?, preguntó María.

Juan se encogió de hombros.

Siguieron con el recorrido y las voces. María le dio el último trinquis a la litrona y dejó el casco vacío en una papelera. Ella hacía Derecho. Era una chica brillante. Le gustaban las asignaturas más abstractas: Teoría del Derecho, Filosofía…y por supuesto el Derecho Político.

Al terminar la manifestación, uno de los jefecillos tomó la palabra y gritó, casi fuera de sí:

-¡ Hay que poner coto al fascismo !

Se exasperaba mucho el buen señor. Y quería excitar al personal:

-¡La lucha contra el fascismo no está en el Parlamento, ni en las instituciones, sino en la calle, en los movimientos de barrio, en los movimientos estudiantiles!

Luego recaló en  muchos lugares comunes ( que si la homofobia, que si el machismo, que si…) para terminar el discursillo con un colofón absurdo:

-Defendamos la democracia… ¡Cordón sanitario a VOX !

Y el gallinero:

-¡Franco no está muerto, está en el Parlamento !

-¡Franco no está muerto, está en el Parlamento !

-¡Franco no está muerto, está en el Parlamento !

II.-  A Juan le hubiera gustado ir a la sede de Vox y apedrearla o quemar algún contenedor o cortar el tráfico o destrozar sucursales bancarias o lo que fuera. Pero aun le gustaba más María : sus negros ojos negros, las sinuosas curvas que se apretaban bajo el ajustado jersey, el brioso pelo moreno que sacudía la brisa…

La convenció para ir a un bareto en el que ponían buena música. Eso le dijo. Buscó un rincón un poco apartado del paso de camareros y clientes. Un rincón propicio. Pidieron un par de copas. Ismael Serrano  cantaba sus “ rojerías “ :

-Papá cuéntame otra vez, ese cuento tan bonito, de gendarmes y fascistas….

A María le pareció que  la canción era una antigualla.

-Juan: ¿ tú crees que es de demócratas salir a vociferar y a liarla porque no nos gusten los resultados ?

-Al fascismo hay que combatirlo como sea.

-Pero tú y yo hemos estudiado y sabemos que no son fascistas…el fascismo es otra cosa. En todo caso, los resultados de las elecciones hay que aceptarlos. Si no, los fascistas seríamos nosotros…

Juan no estaba para mucho debatir. Sus pulsiones eran otras. La sonrisa de María lo desarbolaba.  Su presencia lo hacía hervir. A veces María se le acercaba para hablarle y él sentía el suave calor de su aliento. Se acordó de Rubén Darío  :

-“ Y la carne que tienta, con sus frescos racimos…”

 Ismael Serrano seguía a lo suyo. Era una canción muy cansina :

-Papá cuéntame otra vez, que tras tanta barricada y tras tanto puño en alto….

Juan pensó que si hacía un análisis político más  profundo , tal vez podría seducir a María. Ella parecía esclarecida y tal vez se viera más atraída por la inteligencia que por el físico…:

-Nosotros exponemos nuestras ideas en la calle; ellos, aburguesados y faltos de ideología, de principios, se asustan y aceptan. Resultado: hemos ganado la batalla social y la batalla cultural… Desde Lenin ha sido así…: amedrentar para ganar.

Le dio un trago al cubata.

Continuó:

-Eso viene pasando desde hace muchos años. Y así hemos de seguir.

Hubo una breve pausa. Pero sólo para tomar fuerza. Luego Juan siguió con su discurso, citando a pensadores y filósofos. Mezclaba a Bakunin con Sartre, a Maquiavelo con Tony Cliff, en un gazpacho de ideas difícilmente digerible. De vez en cuando floreaba sus palabras evocando a Hans Kung o a Leonardo Boff, para darle a la cosa un aire transcendente.

Se iba viniendo arriba cada vez más. Abrochó su razonamiento:

-Un objetivo: amedrentar, para ganar. Mentir para llegar a la verdad.

María le cortó :

-O sea: que cuando nos hagan frente hemos perdido, porque no tenemos razón.

Pero Juan apenas atendía ahora: estaba abstraído en  los jugosos labios de María. Se acordó otra vez de Rubén Darío  :

-“ Y la carne que tienta, con sus frescos racimos…”

Por un instante pensó que podría besarla. Pero dudó un momento. Le faltó convicción. Fe. Y es sabido que el que duda, marra. Súbitamente, surgió de las sombras  el camarero:

-Vamos a cerrar.

Juan perdió toda esperanza. Pensó:

-¡ Mierda !

María volvió a repetir :

– O sea: que cuando nos hagan frente hemos perdido, porque no tenemos razón.

Juan no respondió.

Salieron.

En la calle un viento frio doblaba las esquinas. Empezaba a llover y  las luces de los coches fareaban las calles y  hacían la noche insoportablemente melancólica.

Juan se fue a su casa.

María a la suya.

 

 26 de junio  de 2.020: Sestao

I.- Jon y Maia estaban de vinos.  Luego se acercarían a la concentración a tirar piedras y a amedrentar a quienes asistieran al mitin de VOX.  Llevaban años manejando el cotarro  de la violencia,  amparados en la masa. Normalmente  iban en manada y, quieras que no, acogotaban al personal. Reconocían que en el otro lado había habido  valientes. Pero habían sido valientes a título individual. Héroes anónimos, aislados, abandonados por sus dirigentes. Luego estaban los equidistantes de siempre: los que sí, pero no; los que no, pero sí. Y también los abiertamente entregados. Como el gobierno de España, que había sido muchas veces cobarde; o convenido y, por intereses egoístas,   habían cambiado apoyo en Madrid por concesiones que  en otras circunstancias habrían sido impensables.

En todo caso,  a ellos, los batasunos, casi nadie los había enfrentado mirándolos directamente a los ojos. Casi nadie les sostenía la mirada. El que más, y el que menos, tenía fresca la memoria de la muerte, los secuestros, las extorsiones…habían sido décadas de miedo y, la gente, lo tenía enraizado y no se podían zafar de él.

Jon era optimista: creía que más pronto que tarde habría avances para alcanzar la independencia.

– Será gradual. Aprovecharemos la debilidad del gobierno del Estado español: ellos necesitan nuestros votos en Madrid. Así conseguiremos avances, paulatinamente.

Maia terció:

– Además nos tienen miedo. Les horroriza que vuelva la violencia… Pero si alguna vez la sociedad nos hace frente habremos perdido…

Jon remachó:

– Eso no pasará…hoy los verás correr como conejos…Salvo que…

Pensó un poco y continuó:

– Salvo que surja un líder que transforme el miedo en valor, el pragmatismo en ideales, la falsedad en verdad… Entonces…

II.- Los trescientos manifestantes gritaban, lanzaba objetos y hacían gestos obscenos.

Pero , a pesar de su odio y a pesar de su contumacia, sentían una frustración en el fondo de su ser porque, a pocos metros, serenamente, los asistentes al mitin los observaban. Sin miedo. Con serenidad. Y porque el de las barbas, con su polo azul marino, se fumaba ostentosamente un puro, con vitola de la bandera de España, mirándolos de frente, con determinación.

Maia susurró :

– No se amedrentan…

Jon no dijo nada, pero pensaba que los tiempos estaban cambiando. Había un español, había unos españoles, que no temían…y eso podía ser , iba a ser,  el principio de un cambio, porque en poco tiempo los seguirían cientos, miles, de españoles que estaban hartos de ser cobardes, hartos de traidores, hartos de mercaderes de la política…

Entonces el de las barbas gritó:

– En Sestao hay 300 ciudadanos que han votado a VOX y venimos a estar con ellos y a decirles que no están solos.

Y Jon notó, en sus adentros, revolverse una serpiente, y sintió, a la misma vez odio y admiración por el de las barbas; y miedo, mucho miedo.

Año 2.021: en algunos lugares de España

I.- Sabadell, Reus, Lérida…ahora Vallecas. Los acosos continuaron en los mítines de 2.021.

Pero las cosas habían cambiado mucho en pocos meses.

El miedo había trocado su bando. Los apedreados no sentían temor. Los intolerantes que los acosaban sí, porque sabían que difícilmente podían derrotar a quienes, por encima de intereses y conveniencias, sólo se guían por sus ideas.

II.- Tal vez María era un bicho raro: seguía la política con preferencia a la mugre que emitía televisión: concursos, alcahueteos…. Ese era su pasatiempo cuando, tras su jornada de estudio y trabajo, se tomaba un rato de descanso. La redacción de su tesis doctoral la abstraía y no le dejaba apenas tiempo libre. El tema, no obstante, era tan apasionante, que no le pesaba : “ Participación, ciudadanía y globalización en las democracias avanzadas del siglo XXI “.

Mientras más avanzaba en sus estudios, más se afianzaba en su pensamiento de izquierdas. Incluso, podría decirse,  que se radicalizaba. Pero, a la misma vez, se fortalecía en la idea que era de estúpidos ( sí, de estúpidos ) llamar a la gente de  VOX machistas, homófobos, o fascistas…

Por ello le repateaba el sistemático acoso que este partido sufría en los mítines. Eran los atacantes quienes no podían ser calificados de demócratas.

III.- Juan había acabado Ciencias Políticas. Aún recordaba a María. La había llamado varias veces hasta que, hastiado de sus evasivas, había desistido.

Mientras se tomaba un cervezón en casa, rememoraba cómo  estuvo a punto de besarla. Todo lo había hecho mal aquella noche: un pub infame, una música coñazo,  poca sinceridad y mucha palabrería… Sí, mucha teoría, mucha doctrina, pero poca determinación…Por falta de valor, por falta de convicción, por falta de seguridad… Y el puto camarero, que irrumpió a destiempo…

Se dijo a sí mismo :

– Nada se ha escrito de los cobardes.

Y tenía razón.

Puso el telediario: el de las barbas, en Cataluña, se dirigía a pie hacia los que  trataban de boicotear su mitin, hasta quedar a escasos metros de ellos.

Juan pensó:

– Es un valiente.

Y tenía razón.

IV.- Jon y Maia salieron a potear por Sestao.

La cosa se extendió durante demasiado tiempo.

Jon, cuando bebía, se ponía mitad clarividente, mitad poeta.

Entonces, al  hombre duro, insensible, casi inhumano, se le soltaba la lengua y recitaba con mucho sentimiento poemas de Gabriel Celaya, de Blas de Otero, de León Felipe…:

– “ Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse “

Otras  veces  lloraba. O abría su corazón y   le confesaba a Maia todas sus inquietudes.

Aquel día dijo:

-Nuestro proyecto político va a fracasar. A la larga, pero va a fracasar. Lo sé desde hace algún tiempo….

Maia era perspicaz. Adivinó:

-¿ Desde que el de las barbas se fumó un puro delante de nosotros ?

Y Jon :

-Exacto ; ese acto es un símbolo: muchos recuperaron el orgullo y perdieron el miedo.

Hubo un largo silencio.

Y pidieron otros vinos.

Era lo único  inteligente que podían hacer: trasegar más vino. O rezar. Pero rezar,  como no creían en Dios, era absurdo. Así que se conformaron con seguir bebiendo….Para evadirse. Para olvidarse del de las barbas. Para olvidarse del puro. Para olvidarse de un valiente que arrastraba a otros muchos valientes. Para olvidarse de todos los que ese día recuperaron el orgullo y perdieron el miedo.