Villanueva de la Reina


De la Reina se convirtió debido a los favores de Isabel II, pródiga en todo tipo de ellos.

Este segundo verano pandémico, al que llegamos muchos con pauta completa, confianza mediada y miedo sostenible, resulta aún poco atractivo para la expedición exótica, ni siquiera para el salto autonómico, que nos puede pillar a contrapié regulatorio, y mucho más recomendable para la excursión castiza, esa que hacíamos en el día y en autobús los escolares, a no más de cien kilómetros a la redonda. Lo cual incluye la totalidad de nuestra provincia y partes importantes de Jaén y Sevilla. Así además daría yo más preciso contenido a la cabecera de este artículo que pergeño cada quincena. En esta cercanía se encuentra Villanueva de la Reina, localidad bastante desconocida de los prójimos, a la que tuve la suerte de visitar por vez primera la semana pasada. Acaso sabrán ustedes de uno de sus exquisitos aceites, aunque el nombre del mismo desvíe su atención hacia otra población vecina. Pero no se confundan, los productos de Oro Bailén y de Casa del Agua pertenecen a una empresa radicada en esta villa nueva, más antigua de lo que parece, orillada al Guadalquivir, que primero fue de Andújar, luego del Río y finalmente de la Reina, por diversos avatares de la historia. De Andújar fue aldea por derecho de conquista y de refundación. Del Río fue ya municipio independiente por la paradisíaca singularidad del meandro del Guadalquivir en que se asienta. Y de la Reina se convirtió debido a los favores de Isabel II, pródiga en todo tipo de ellos. La garrida moza daría aquí muestra de esa impúdica simpatía que, al cabo, le costó la corona y el exilio.

Pero en Villanueva reina también la Señora de la Natividad. La parroquia de la villa ha devenido en una excepcional obra de eclecticismo estilístico, merced a la impecable remodelación realizada hará  unos diez años. A las trazas de una torre musulmana, donde se apuntan escaleras y saeteras, se adhirió, allá por el siglo XIII, una basílica gótico mudéjar, con portada románica, casi única en Andalucía. En ella se encuentra aún un pozo árabe, junto a una pila bautismal. Allí fue rociado con el agua santa mi buen amigo José María Castilla, villanovero en ejercicio. A la vera se levantó posteriormente la hermosa edificación renacentista, como corresponde la mejor fábrica jiennense, en la línea de Vandelvira, con añadidos barrocos en las capillas, como la del Rosario. El magnífico retablo mayor es obra nueva de mediados del siglo XX. Se hizo para sustituir al atribuido a Sebastián de Solís, destruido por los republicanos durante la Guerra Civil, aunque este hecho, constatado, ya no quepa en nuestra nueva memoria democrática y no pueda ser descrito públicamente, bajo pena de multa o cosa peor. También fueron tiradas al río entonces las reliquias oseas de santa Potenciana, patrona del pueblo y copatrona de Andújar, donde tuvo el incuestionable honor de ceder el puesto principal a la Virgen de la Cabeza. Tal vez por aquel bárbaro suceso la actual capilla de la santa se abra al río con una bellísima cancela que la cierra donde otrora estuvo la fachada norte de la iglesia. Y acaso esas reliquias hayan obrado un efecto milagroso en sus aguas, que dan reconocida salud a los ribereños. Lo cierto es que santa Potenciana ha extendido su devoción a través de los océanos, llegando hasta las Filipinas, donde varios templos mantienen su nombre y su pujanza.

No obstante y dicho sea al margen, quizá no resida en este culto la magia más potente de Villanueva de la Reina. A efectos laicos, pudiera considerarse verdaderamente milagroso, por inaudito, el hecho verificable por todos ustedes de que en este pueblo pueda adquirirse la mejor mojama de Andalucía, que naturalmente es de Isla Cristina e igualmente de Barbate. Tal prodigio debe ser imputado a las comunicaciones modernas y sobre todo al carácter emprendedor de los villanoveros. No dejen de visitar este municipio singular, de solazarse en su río, de ilustrarse en sus piedras y de degustar sus increíbles productos, propios y extraños.