No es tan difícil.


Francisco Ruiz Palma
Francisco Ruiz Palma.

Yo no creo, sinceramente, que arreglar este entuerto sea tan difícil.

El bicho seguirá sin duda haciendo de las suyas, pero los avances biológicos darán con la vacuna sí o sí, y a lo visto más pronto que tarde, aunque para algunos sea esto último.

Pero mientras en el ámbito de la investigación y los tratamientos médicos la sociedad científica en general parece ir de la mano, a salvo las luchas económicas y financieras de las farmacéuticas, en  el orbe político no se atisba colina alguna que haga sentir el final de esta travesía oceánica.

A finales de esta semana, la OMS ha advertido de la similitud de esta pandemia a la incorrectamente bautizada como “gripe española”, que tras cierto aletargamiento en verano, resurgió en septiembre para acabar dejando su paso cincuenta millones de fallecidos en todo el globo.

Y me pregunto, si eso es así, qué carajo hacemos como si aquí no pasara nada, volviendo a inundar las playas de sombrillas, tumbonas, barbacoas y tinto con casera en el chiringuito; o nuestras plazas con el consabido botellón juvenil, a veces infantil, o el canuto de boca en boca, que en eso no hay escrúpulos sanitarios.

Nuestros políticos no paran de advertir que esto no se ha acabado, que el virus continúa entre nosotros. Pero las fronteras se han reabierto como si aquí no hubiera pasado ni pasara nada. Cierto que de vez en cuando aparece alguna imagen en televisión de un empleado de aeropuerto tomando la temperatura a los viajeros con un aparato que más bien parece una pistola que un termómetro, hasta el punto que creo que más de uno, al ver aparecer de lejos al trabajador con eso en la mano optó directamente por levantar las manos, suponiendo que la intromisión iba más allá de su frente.

Pero es que no es así en nuestro entorno europeo.

Mi hijo mayor pretendía irse a Francia de temporero en la recogida de fruta al sur del país vecino. Es evidente que mi disgusto se frustró vencido por el orgullo de ver su amor propio. Pero resulta que no ha podido conseguir plaza, pues era imprescindible haber presentado un certificado médico de no más de dos días de antelación, acreditativo, previa analítica, de no haber dado positivo en el covid-19. 

¿ Ustedes se imaginan una medida igual en este país?  Menos mal que gobierna la izquierda. 

A todos sin duda nos parecería, más que razonable, oportuno, que cualquiera que tuviera que acudir a su trabajo, máxime si el mismo conlleva relación con el público o con otros empleados o compañeros en cercanía, que previamente, y de manera continua a posteriori, se hicieran analíticas que ofrecieran una seguridad del estado de salud de los trabajadores, y por ende, del resto de compañeros. De este modo se minimizan los riesgos de un contagio masivo, y se permite un control exhaustivo de la enfermedad en los entornos cercanos.

Pero no. Aquí, como siempre, las cosas al revés, eso tan español que por desgracia nos hace diferentes.

Los aeropuertos son un coladero sin control de más de mil vuelos diarios provenientes de todas partes. Algunos dirán que no se permiten vuelos directos desde China, como si el chino fuera tan tonto de no saber que se viene vía Estambul o Londres, y se pasa la prohibición por donde todos estamos pensando.

Eso sí, los parlamentarios españoles, incluidos la panda/banda de separatistas indocumentados que tenemos mamando de la teta de nuestros bolsillos con una sed insaciable, mientras insultan y provocan con un descaro vergonzoso al que ya encuentra excusa hasta nuestra vicepresidenta, se encuentran bajo control médico constante, como si fueran tan necesarios más allá del voto cautivo al que los sujeta nuestro régimen parlamentario y nuestros líderes decimonónicos.

A ellos me gustaría a mí verlos cogiendo fruta, donde sí tienen sentido los controles médicos, no en ese Congreso de acongojados por esta pandemia cuyo lema, como ya señalé en artículos pasados, es “más vale prevenir que currar”, mientras los empleados públicos municipales de la limpieza o servicios sociales, bomberos, policía, guardia civil, servicio de basura, o atención al público, a duras penas consiguen una mascarilla quirúrgica pese al riesgo diario y constante al que están sometidos.

No es tan difícil, no. Sólo se trata de replantearse los privilegios de que gozan nuestros políticos. Y ya puestos, que los controles médicos se extiendan a su salud mental. ¡Cuántas sorpresas nos llevaríamos!.

PDA: Protégenos bajo tus alas, San Rafael.