De risa, lo de Ganemos Córdoba


Cada mañana procuro caminar con cierto ritmo, con el objeto de quemar grasas y tener una vida más saludable, en torno a los puentes, bordeando ambas riberas. Es una verdadera gozada contemplar, ensimismado en tus pensamientos, cómo amanece en Córdoba junto a las aguas del Guadalquivir.

Este sábado salí algo más tarde con la intención de dar tres vueltas, y no dos que es lo habitual de lunes a viernes, para ir adaptando mi organismo con el objeto de asumir retos mayores en otoño. Es decir, estoy en pretemporada.

Pues bien, este día me encontré con un hecho inusual que me provocó una sonrisa picaresca y pensar una maldad. Pero fue el domingo, al hojear los periódicos, cuando exploté en una fuerte y continuada carcajada ocasionándome luego después unas considerables agujetas en el abdomen.

Y ustedes dirán, ¿qué te pasó? Algo simple y habitual. Cuando pasaba a la altura de los Sotos de la Albolafia, vi a un grupo de personas, mayormente jóvenes, que se equipaba con unos petos y cogían unas bolsas, disponiéndose a realizar tareas de limpieza.

Me pareció una idea fantástica, maravillosa, que hizo que me detuviera y comenzara a acercarme a este sínodo con la sincera intención de echar una mano. Pero mira por donde, al ver algunos rostros conocidos que se situaban para hacerse una fotografía delante de una lona de Greenpeace, frené en seco.

Decidí pasar de largo y no unirme a la acción filantrópica. No porque esta institución internacional estuviera allí, no porque la acción no mereciera todo mi respeto y apoyo, sino por la manipulación del gesto que estaban haciendo los rostros conocidos: Ganemos Córdoba.

Es un gran acierto compartir un acto reivindicativo que organizaba Greenpeace, denunciando la llegada de plásticos a los océanos. Extraordinaria la acción de concienciar sobre el hecho de que tengamos limpio el cauce del río. Pero lo que me indignó primeramente, y lo que me ocasionó una inmensa carcajada, fue la charlotada de ver a unos políticos en la prensa dominical. Unos políticos que tienen obligaciones directas en el cuidado, mantenimiento y conservación, en colaboración con otras administraciones, del cauce del río y de modo especial en el entorno.

Como les decía al principio, camino todos los días por este lugar. Salvo la zona de la Av. Fray Albino y la zona donde tenemos un avión que iba a ser un contenedor cultural, todo lo demás es para echarse a llorar. Observo que Sadeco recoge las bolsas de las papeleras y barre las aceras de ambas riberas.

Pero me pregunto, ¿alguna vez las baldean? Soy consciente y respeto a todos los que van con sus perritos de paseo por la ribera, y que por cierto ya son los pocos que dejan los excrementos para que los caminantes disfrutemos llevándonos sus aromas a casa, pero sí son la gran mayoría los que permiten que sus canes alcen la patita y miccionen en los pretiles de los puentes o en la bancada de piedra. No solo dejan unas señales nada estéticas, son también los olores desagradables así como la imposibilidad de sentarte y disfrutar del río so pena de coger una terrible infección.

No podemos olvidar tampoco el entorno del Molino de Martos. Es horrible comprobar la cantidad de basura que se acumula en sus inmediaciones, igual que en los Sotos de la Albolafia; la abundante vegetación de las orillas del río que en tiempo de sequía se convierte en un peligro, que invade la bancada y que ya amenaza el tránsito de los andariegos.

En definitiva, es un abandono supino de un lugar que es estampa, imagen de una ciudad que quiere ser referente turístico. Por ello, nuestros políticos, y también los de Ganemos Córdoba que participan del cogobierno, dejen de hacerse fotos, de molestar a la iniciativa privada, abdiquen de su afán desamortizador y se ocupen de lo que verdaderamente es su responsabilidad. Entre otras muchas, procurar que el espacio del río a su paso por la ciudad sea un pequeño paraíso y no un monumento a la desidia y al abandono fundamentado en una dogmática ecologista sectaria.