Alguien muy grande


Se aproxima la fecha en la que recordamos con enorme cariño y admiración a una de las personas más importantes, valientes y queridas de Córdoba del siglo XX. 

Don Antonio Gómez Aguilar, sacerdote diocesano que dedicó su vida a los demás, no solamente en el ejercicio de su ministerio, sino por su constante preocupación por los niños y los ancianos. Su vida estuvo vinculada en su mayor parte con la Parroquia de la Santísima Trinidad.

Antonio Gómez Aguilar, imponiendo la corona a María Santísima Nazarena./Foto: LVC

Siempre estuvo muy pendiente de la educación de los niños y jóvenes, de hecho, él fue profesor en el Instituto Góngora y en el Colegio de Santa Victoria.

Prácticamente recién llegado de párroco a la Trinidad, los jóvenes padres que vivían en este antiguo barrio fueron a hablarle de la necesidad de un colegio para sus hijos. No lo pensó mucho y en poco tiempo adquirió la casa de Tejón y Marín que sería el primer colegio que abriría para su feligresía.

No tardó en llenar sus escasas aulas y vio la necesidad de ampliar el centro, lo que le impulsó a ir adquiriendo inmuebles de alrededor e idlos anexando hasta formar un colegio en el que llegaron a estar un considerable número de alumnos de todos los niveles sociales y provenientes de todos los barrios de Córdoba.

Pero este sería sólo el primero de muchos que llegarían con el tiempo.

Se hizo necesaria la fundación de la Obra Pía Santísima Trinidad, que hoy está integrada no solamente por los Colegios, sino también por guarderías y por las residencias de ancianos (por los que D. Antonio sentía auténtica debilidad).

Pocas personas en Córdoba han sido capaces de levantar una obra tan grande, importante y de tanta repercusión para la ciudad.

Recordado por feligreses, alumnos, padres y por todos los que tuvimos el enorme placer de haberlo conocido. De carácter campechano, abierto, amable, siempre con una sonrisa en los labios y jamás conocido por una mala respuesta a nadie que se le acercara, ya para darle las gracias por algún favor concedido, ya para pedirle algún otro.

No le importaba pasar el día entero en la Iglesia, bien diciendo misa, confesando, cruzando o bajando la calle para rezar en sus colegios. Esto hacía que todos los alumnos lo conociéramos y que sintiéramos por él un verdadero afecto entrañable.

Sus restos reposan al pie de su adorado Cristo de la Providencia, en su Iglesia de la Trinidad, cerca de sus ancianos, aunque no tan cerca ya de los niños de sus colegios, que tienen una nueva ubicación algo más distante de la Parroquia.

Impulsó igualmente, las cofradías, reuniendo un número considerable de ellas en las instalaciones que poseía.

Hoy, 27 años después de su muerte, volvemos a recordarlo con enorme ternura y cariño y nos proponemos hacerlo presente en nuestra memoria para evitar que podamos olvidar una vida tan fructífera y bondadosa como la de este santo sacerdote.

Por este motivo, este año, la Fraternidad del Cristo de la Providencia junto con la Fundación de la Caixa, convoca el I Galardón D. Antonio Gómez Aguilar con el objeto de engrandecer y promover los valores de entrega, servicio, sacrificio y generosidad hacia los más débiles, reconociendo la acción social y de caridad hacia las personas en situaciones de desvalimiento o exclusión social.

No podemos permitir que caiga en el olvido alguien tan importante como D. Antonio. Muchas más personas como él harían falta.