El daltonismo político


Me tengo por una persona tolerante, abierta al respeto de toda creencia y pensamiento, aunque también con la mía bastante definida, que jamás intento imponer, sino vivirla desde la felicidad, para que quien así me vea pueda preguntarse el por qué, y ello como mejor medio de convencer a quienes piensan de forma diferente de que la elegida por mí es la mejor, abierta a acoger a quien la quiera libremente.

No obstante sí que tengo, como creo que la mayoría, algunos aspectos que son “líneas rojas” que no se pueden sobrepasar y casi todos, por no decir todos, tienen la frontera del respeto a la libertad y al amor al prójimo. No concibo que nadie quiera imponer sus ideas a la fuerza, ni, mucho menos, que se haga con falta de respeto a los demás, que bien lo podemos encontrar en no violar la Declaración de Derechos Humanos.

Hasta no hace mucho, gracias a la modélica transición vivida en nuestro país, los partidos políticos que teníamos en arco parlamentario, con muy pocas excepciones, eran partidos respetuosos, cada uno desde su ideología, con la libertad y con los derechos humanos, incluso, la mayor parte de dicho arco político tenía a la Constitución como la frontera inviolable para la convivencia pacífica.

Digo casi todos, porque algunos como los separatistas (que no nacionalistas) o quienes defendían a violentos, se encontraban (y se encuentran) muy apartados de lo que debe ser una convivencia democrática.

Sin embargo, en estos últimos años, desde que el Sr. Sánchez alcanzó la presidencia de gobierno, se está produciendo un peligroso cambio donde las “líneas rojas” se van desdibujando y pasando el PSOE a ver “líneas verdes, ya que lo importante ha dejado de ser, para ellos, la convivencia y el diálogo, pasando a primera línea el mantenimiento en el poder y la imposición ideológica.

Estos días estamos viviendo dos acontecimientos que definen con una claridad meridiana ese daltonismo político que esta viviendo el PSOE: De un lado, aceptando y negociando con Bildu. De otro, con la Ley Celaá.

         Hasta no hace muchas fechas, sobre todo antes de las últimas elecciones, habíamos oído a Pedro Sánchez decirnos “No, yo con Bildu no me voy a reunir, yo no voy a pactar”, “si quiere lo digo 5 veces, con Bildu no voy a pactar”, “es que con Bildu no se acuerda nada”. O Cuando la vicepresidenta Carmen Calvo decía: “Nosotros no vamos a apoyar a Bildu. Para nosotros eso son líneas rojas. Los socialistas, con nuestras virtudes y nuestros defectos, como es lógico, somos gente muy de fiar. Todo el mundo sabe con nosotros a qué se debe atener, cuáles son los principios y las líneas que no pasamos. Y desde luego, nosotros no vamos con Bildu. Es cosa sabida”, y todo ello dentro de la más pura lógica, pues con ese partido, por mucho que sobre el papel tengan unos estatutos que le permiten estar inscritos y figurar en el panorama político, no han dejado, en ningún momento, de apoyar y defender a quienes han asesinado, sí, asesinado, secuestrado y torturado a miles de compatriotas, como puros fascistas que son.

         Pero hoy, la misma que decía que los socialistas eran gente de fiar por tenían claras las líneas rojas, cuando se han aliado con Bildu para sacar adelante unos presupuestos, rechazando el apoyo de partidas como Ciudadanos, o la mano tendida de Partido Popular para negociar, ahora las convierten en líneas verdes, o borran la línea y, es más, trasladan la culpa y llaman irresponsables a quienes critican esa alianza.

         Pues sí, para mí ahora, todo aquel socialista que no reniegue de esta postura del gobierno y del PSOE oficial, deja de ser persona de fiar, por su propia definición, porque se sientan en la misma mesa con quienes han defendido, pertenecido e incluso asesinado o mandado asesinar a otros españoles, la mayor de las veces sin importarles la ideología del asesinado, y ya saben lo que dice el refrán “Dos que duermen en el mismo colchón se hacen de la misma condición”. Y es que estoy echando en falta, muy en falta, a tanto buen socialista que he conocido y he tratado, levantando la voz contra esta tropelía. ¿Tan adormilados están?

         Y si no quieres caldo, dos tazas. A reglón seguido, con todas las prisas del mundo, en pleno estado de alarma, no ya sin negociar sino sin siquiera hablar con los implicados, se pretende sacar adelante una ley de educación, otra más y van ocho y a cada cual peor, que quiere acabar con el esfuerzo para conseguir las cosas, y lo que es peor, quiere acabar con la libertad de enseñanza y con el derecho fundamental contenido en el artículo 27.3 de la Constitución (sí, de los contemplados en el Capítulo II del Título I, que son los especialmente protegidos) de garantizar a los padres el derecho a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Me da que sólo se busca el adoctrinamiento. Y esos socialistas, defensores (de boquilla por lo que se ve) de la libertad, siguen callados y permisivos. Lo malo es que cuando quieran reaccionar a lo mejor ya es tarde, y el daltonismo político, que hacer ver las líneas rojas como verdes, haya acabado también con su libertad.