Otro de esos mantras que circulan como axiomas irrefutables es que los progres son aquellos que buscan más libertad y luchan por ella y, lógicamente, como progres que son, son de izquierdas, en contraposición a la arcaica derecha anclada en el tradicionalismo y en la imposición de sus valores. Vamos, que toda la derecha es facha y dictatorial.
Es verdad que tengo amigos, buenos amigos- hasta familia- que tienen una ideología más cercana a la izquierda, incluso a la extrema izquierda, que son unas magnificas personas y con unos valores dignos del mejor reconocimiento, pero, no sé qué pasa, que cuando se generaliza o se trata de un problema que no afecta directamente a sus personas o allegados, se les pone una venda que no llegan a reconocer el daño que hace esa postura a su ideología progre.
El problema es que la izquierda se ha adueñado de determinados conceptos como de su exclusividad, pero que en realidad son de toda la humanidad.
Conozco a mucha gente de derechas, que defiende unos valores y unas tradiciones, que en su forma de ver la vida y en respeto hacia otras formas de verlo, son más progres que “perros flauta”.
No se es progre por ser de izquierda, se es progre por creer en el avance de la humanidad y en las nuevas formas de desarrollo vital, pero eso no implica que no pueda hacerse desde una posición de valores tradicionales. Ser abortista, por ejemplo, no es ser progre, como tampoco lo es el no serlo. Son diferentes formas de valorar el concepto vida.
Pues bien, otra de las palabras que se adueña esa izquierda “progre” es la libertad. La izquierda es el adalid de la libertad. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario y, lo malo, es que no son una minoría y que se auto convencen de que si lo que se hace es por alguien de ideología de izquierdas nunca es malo y siempre justificable.
Estos días de atrás, hemos visto cómo en Cuba se reprime cualquier posible manifestación en contra del Régimen, al igual que en Venezuela, China, Rusia, y otros muchos países gobernados por ideologías de base comunista.
En estos países, para nada democráticos, se impide cualquier ejercicio de libertad ideológica, son, por tanto, plenas dictaduras, pero no oímos a nadie, ni siquiera a todos aquellos que son magnificas personas y que, desde su punto de vista ideológico, buscan lo mejor para los demás, protestar o condenar esa falta de libertad. Todo lo contrario, hacen alabanzas del Régimen.
Igual nos pasa con esos sindicalistas de izquierda (miremos lo que está pasando en Cádiz con la negociación del convenio del metal) que confunden la huelga con la violencia y la intimidación y que este gobierno social comunista aún le ha dado más alas para ejercer dicha violencia al despenalizar los mal llamados “piquetes informativos”, que lo único que informan es de obligar a secundarles, estés de acuerdo con ellos y sus medidas o no.
Ante el silencio encubridor de esas actuaciones se hacen cómplices de los ataques a la libertad, por lo que si en la realidad no son capaces de criticar a quienes desde su propia ideología atacan gravemente este derecho fundamental, quizás el segundo más importante del ser humano tras el derecho a la vida, más vale que dejen de llamarse progresistas y considerarse adalides de la libertad, pues no están como para dar consejos a los demás.
No se puede olvidar que no hay libertad sin vida, pero tampoco hay vida sin libertad, o, al menos, es una vida en esclavitud.