Vísperas de Reyes: tiempo y libertad


 

A pesar de la crisis y de que, como todos, el guarda  Julianillo andaba alcanzado de dineros y no podía darse muchos caprichos, no se le ocurría nada que pedir por  Reyes. Las cosas que deseaba las tenía y las que no deseaba, para qué pedirlas. Pero su mujer, la Celia, era muy insistente, e iba a bajar al pueblo a comprarle un detalle y, como no quería marrar, no paraba de preguntarle:

– Julián, ¿ Y una colonia ?

Y Julián:

– Colonia, colonia…¿ Para qué quiero una colonia ? Eso los señoritos…

Y al rato, la Celia, que como buena mujer era muy  testarrona :

– Julián, ¿ y un móvil nuevo ?

Pero si el móvil le daba el apaño, para qué trocarlo por uno nuevo. Así que Julián le hizo ascos.

Y, al poco, la Celia empestillada:

– ¿ Y una pelliza ?

Sin embargo la que tenía estaba muy decente aun,  además que él siempre iba mal atacado, con el jarapillo por fuera  y muy desmangarrillado,así que Julianillo se negó y, cansado de tanta inquisición, y con tal de no oír más a su mujer, salió a dar una vuelta por las lindes de la finca que estos días de fiesta, con eso de que la gente andaba al cachucheo de los regalos, se levantaba la guardia, y le podían furtivear algún venado.

Dejó el coche en los altos del cerro que daba vista a la linde  del río y luego pilló por el descolgadero abajo y pim, pam, pim, pam…. A media ladera había un  peñasco que hacía muy buena visión. Se gateó y allí apontocó el culo y dejó que el sol le caldease el cuerpo. Y a vigilar. Y a  que pasara el tiempo. Porque dineros no, pero tiempo y libertad sí tenía Julián. Y, como el tiempo es oro, pues era rico. Rico, riquísimo. Inmensamente rico.

La tarde estaba queda y unos brochazos de nubes blancas, encallados en los últimos cerros, ensuciaban el horizonte. Las torcaces cruzaban el cielohacia los pinares que crecían cerca del río, para emboscarse  allí cuando llegara la noche. De pronto un zorzal se le echaba encima, con su vuelo alborotado, y su “ chin, chin “  y luego, por un momento, se hacía el silencio. Un silencio absoluto. Y eso de escuchar la nada, la ausencia de todo,  era hermoso y un lujo que le hacía tomar conciencia de su propia grandeza pero también  de su miseria : ser un hombre, con toda su dignidad, pero, también, ser insignificante en la inmensidad de la sierra. Y esa clarividencia le hacía poner las cosas en su sitio, en su justo lugar.

 Los urbanitas no podían disfrutar del silencio y, por ello, Julián los  compadecía. Pero, a la par, los despreciaba, porque eran unos marisabidillos y unos petulantes: sobre todo esos que se metían a hablar de campo y de caza sin saber nada de nada. Pedantones y tontos.  «Ecolo jetas”.

De pronto, en la rehoya que quedaba a sus pies, sintió rebullirse el  monte y, al instante, vio  una cochina con los lechonatos, repechando cerro arriba, hacia donde él estaba. Pero, de pronto, la madre debió cargarse de vientos y se sollispó y dio un apretón y, a la nada, la piara se perdió en el montarral.

Nada más empezar  a pardear la tarde se echó encima la relente y Julián sintió un repelús de frío. Ya en el coche, pensó en el tiempo y en la libertad. Como si fuera un filósofo.  Y en qué hermoso sería que, por Reyes, a los hombres, se les  pudiera regalar tiempo y libertad. Pero eso era tal que un imposible y, según él creía, más imposible aun si la gente era complaciente con los políticos que nos mal gobiernan y les aguantan todo : mentiras, incumplimientos y traiciones.

Aunque iba sólo, habló a media voz. Para sí mismo habló:

– Que nos mientan en nuestra misma cara…que humillen a nuestros muertos…que olviden a nuestros caídos…que desprecien a nuestro rey…por un puñado de votos…¡ Qué asco !

Y luego remató :

– Necesitamos la revolución de la libertad, de la libertad del sentido común, eso necesitamos.

Y aunque las sombras, frías y pesadas, se echaban sobre el campo, aun pudo  ver,  con las últimas claridades del día,  el verde de la hierba, el verde del monte, y el verde de las encinas.

Y se sintió pleno, satisfecho, esperanzado y feliz.

 

1 Comentario

  1. «…necesitamos libertad de sentido común»..
    Creo que hay un error, porque la «libertad» estamos en su posesión, el problema es que se prefiere usar la «mediocridad» mental del ídolo que deslumbra porque ha sabido ser el galán de la pasarela actual.

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